Resumen: Un grupo de leviim bajo la dirección de Koraj, y otro de reuvenitas bajo el mando de Datán, Aviram y On encabezan una revuelta contra Moshé y Aharón. Son apoyados por 250 miembros prominentes de la congregación. La rebelión de Koraj se basaba en el reclamo de que él debía ser dirigente de la tribu de Leví en vez de Aharón. En tanto, Datán y sus asociados reclamaban el derecho de liderazgo basado en su descendencia de Reuvén, el hijo mayor de Iaakov.
Moshé desafia a Kóraj y sus seguidores a aparecer al día siguiente para enfrentárselo. Después de advertir al pueblo que se mantuviera lejos de los rebeldes, Moshé anuncia que HaShem indicará su elección de los líderes. Tan pronto como Moshé termina de hablar, la tierra se abre, y Koraj, Datán y Abiram son tragados vivos; en tanto, un incendio consume a sus 250 simpatizantes.
Los israelitas se enojan contra Moshé, responsabilizándolo por la muerte de los rebeldes. Son castigados por medio de una plaga, que cesa solamente cuando Aharón camina entre ellos con un incensario, haciendo expiación por el pueblo.
D's decide mostrar una vez más cuál es su elección: le dice a Moshé que ordene al jefe de cada tribu que lleve una vara con su nombre al Mishkán. Al día siguiente, descubren que la vara de Aharón había producido brotes, flores y almendras, mientras que el resto de las varas permanecían secas. D's indica a Moshé que conserve la vara de Aharón frente al Arca del Pacto.
La parashá concluye con especificaciones acerca del sostenimiento de los cohanim y leviim (como no tenían un territorio específico de la Tierra Prometida, debían ser mantenidos por contribuciones del pueblo).
Comentario: La crisis que se desata en Parashá Koraj es, básicamente, una crisis de autoridad. En la parashá anterior vimos como la desesperanza y la falta de fe habían determinado que la generación del Éxodo vagara du-rante cuarenta años por el desierto. En esta parashá la autoridad de Moshé es cuestionada principalmente por otro miembro de su propia tribu: Koraj se rebela y alega que toda la congregación, todo el pueblo de Israel, está compuesto de santos y en ellos mora D's, y "¿por qué se van a erigir en líderes sobre la congregación de D's?". De este modo, al cuestionar la autoridad de Moshé y Aharón, está cuestionando falaz-mente el propio instituto del liderazgo, al que a su vez pretende acceder. Al desprestigiar la imagen de Moshé ante el pueblo, terminó desacreditando los mandatos divinos.
Por otra parte, cuando dijo que todo el pueblo estaba compuesto de santos, estaba mintiendo deliberadamente. Tal uniformidad era imposible: en el pueblo de Israel había, naturalmente, personas con distintos niveles espirituales, intelectuales y morales. Los argumentos de Koraj buscaban esconder una raíz de envidia y ambición de magnitud descomunal.
Así como el fuego no se detiene en su implacable marcha de muerte y destrucción de todo cuanto hallare en su camino, así la envidia, si ella se anidó en el corazón del ser humano, no tardará en quebrar las cavidades del corazón para extender su fuego a todo cuanto se interponga en su trayecto. Ese corazón, asiento de la sabiduría y el discernimiento en la perspectiva bíblica, no sabrá de tales virtudes cuando se encuentra con-sumido por la envidia, pues más allá de quemar a terceros, se estará incendiando a sí mismo. Seguramente afectará a ter-ceros con su llama y los quemará, pero quien se consumirá definitivamente en su propio fuego, será él mismo... "...la envidia es fuego que carcome los huesos", dice Proverbios 14:30.
¿Qué hacer para que nuestro corazón no se deje arrastrar la envidia? Solo cuando la densa neblina y oscuridad, dejan su lugar a la luz -la luz divina- sólo allí se puede ver mejor y se puede comprender que existe un orden. Sólo allí podemos acceder a la dimensión de saber ocupar nuestro lugar.
Tal vez, Koraj está vivo en nuestro interior, y su fuego sigue prendido y humeando... Que el Eterno nos ayude a apagarlo.
¡Shabat Shalom!!!