Resumen: Una ceremonia especial de purificación fue establecida para aquellos que habían tocado un cadáver o habían estado bajo el mismo techo. Como parte de los ritos fue sacrificada una pará adumá (vaca roja) sin defectos fuera del campamento.
Durante treinta y ocho años los israelitas erraron por el desierto y en ese tiempo murieron todos los miembros de la gen-ración mayor, con excepción de Iehoshua y Calev. A comienzos del cuadragésimo año del éxodo, el resto de la población regresó a Kadesh. Fue allí donde murió Miriam, la hermana mayor de Moshé y Aharón.
Los israelitas se quedaron sin agua y nuevamente se rebelaron contra Moshé y Aharón. Hashem les dijo que le hablaran a cierta roca, de la cual fluiría agua suficiente para satisfacer a todos. Pero Moshé estaba tan disgustado que golpeó impacientemente la roca en lugar de hablarle. Por no haber cumplido las instrucciones de D´s y haberlo deshonrado delante del pueblo, no se permitió a ninguno de los dos hermanos entrar en la Tierra Prometida.
Se instruyó entonces a la gente a fin de que se preparara para las etapas finales de su largo viaje. La única ruta disponible para ellos se extendía a través de la tierra de Edom. Moshé envió mensajeros al rey de Edom solicitando permiso para atravesar su territorio y ofreciendo pagar por el agua que el pueblo y el ganado pudieran beber. El rey no sólo se rehusó, sino que además les obstruyó el paso. En consecuencia, los israelitas se vieron obligados a hacer un rodeo. Cuando la congregación llegó al monte Hor, Aharón murió y fue sepultado allí. Moshé designó a su hijo Elazar como Cohén Gadol (sumo sacer- dote)
Después de recha-zar exitosamente un ataque del rey canaanita de Arad, los fatigados israelitas volvieron a murmurar amarga-mente. Consiguientemente, fueron castigados con una plaga de feroces serpientes. Cuando el pueblo admitió su error, Moshé ubicó una serpiente de bronce sobre una vara. Quienquiera que la mirara se curaría.
Sijón, rey de Emor, no quiso permitir que los israelitas pasaran por su tierra y lanzó su ejército contra ellos. Con la ayuda de Hashem, la batalla terminó con la derrota total de los emoritas. Volviendo hacia el norte, a las fértiles tierras de Guilad y Bashán, los israelitas derrotaron la resistencia de Og, rey de Bashán, y tomaron posesión de su territorio. La tierra al este del Jordán había sido conquistada y los israelitas acamparon finalmente en la frontera de Moav, frente a Jericó.
Comentario: Esta parashá nos lleva al corazón de los 40 años de peregrinación en el desierto. Lo predicho por D's se debe cumplir: toda la generación moriría sin pisar la tierra de la prome sa.
En estos capítulos se confirma que tampoco los tres hijos de Amram (Moshé, Aarón y Miriám) pasarán a la patria prometida.
Y pareciera increíble que aún con tantas evidencias sobrenaturales dadas por D's, ya nada puede hacer que un corazón incrédulo crea. Ni el fuego del mishkán ni la tierra tragando gente mueven la fe de esa generación. Quizás el miedo lleva a una respuesta momentánea, pero la raíz amarga de la incredulidad sigue firme.
Vuelven a añorar la esclavitud. Menosprecian el pan milagroso, pues era muy sencillo, demasiado sano para los paladares que deseaban carne.
Pero D's seguía mostrando su santidad. En 20:13 dice que "los hijos de Israel contendieron con Adonai; y él fue santificado en ellos". En todo su obrar con el pueblo, demostraba vez tras vez por qué era tan diferente de los "dioses" que adoraban las naciones.
Cuando los cananeos tomaron cautivos del pueblo (21:1-3), Israel hizo votos prometiendo el botín para D's. Ellos fueron fieles, y él también lo fue. "Y oyó Adonai la voz de Israel y le entregó al cananeo". Cuando se volvían a él, él era generoso en cumplir sus promesas.
El evento de las serpientes "ardientes" tiene una de las alusiones más conocidas en el texto de la Berit haJadashá. En Iojanán (Juan) cap. 3, tenemos el interesante relato de un encuentro entre Jesús y un miembro del Sanedrín en los primeros tiempos públicos de Jesús por Jerusalén. Y resume con mucha fuerza el mensaje predicado por Jesús y sus seguidores.
Una serpiente levantada en alto, y todo el que mira pasa por el milagro de la sanación. Las serpientes habían entrado cuando se quitó la protección de D's. Estaban por doquier, rabiosamente atacando a quien se cruzara. Y los mordidos no tenían remedio. Excepto mirar con fe a su única solución. Ridículamente fácil, pero su fe los debía llevar a mirar. Simple; pero había que hacerlo. El relato no detalla si alguno prefirió rehusarse a este remedio.
Y Jesús le dijo a Nicodemo: "Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna" (Juan 3:14-15).
Los que habían sido mordidos por las serpientes podrían haberse demorado a mirar. Podrían haberse cuestionado cómo podía servir ese símbolo de bronce. Podrían haber pedido una explicación científica. Pero no se dio ninguna explicación. Debían aceptar la palabra que D's les daba por medio de Moshé. Rehusarse a mirar era morir.
La mente no es iluminada con debate y discusión. Debemos mirar y vivir. Nicodemo entendió la lección, y la llevó consigo. Él estudió las Escrituras de un nuevo modo, no para discutir una teoría, sino para recibir vida para el alma. Él comenzó a ver el Reino de los cielos a medida que se entregaba a ser guiado por el Rúaj haQódesh.
¡Shabat Shalom!!!